ANTÓN CHACÁRTEGUI
En la Reunión del Rotary Club de Mallorca de 5 de Junio de 2013.
Puedo afirmar que nunca me he negado a lo que se me ha solicitado en nombre del Club y por ello acepté de buen grado la invitación de nuestro Presidente a dar esta charla y si bien la principal dificultad de la misma estriba en la elección libre por mi parte de su temática, partiendo de la básica consideración de un auditorio en el que priva especialmente la amistad, voy a intentar resumir en breves y sinceras palabras, a modo de relato-confesión, lo que ha sido mi vida de la que ya llevo consumidos setenta y un años.
Nací el 30 de abril de 1942, bajo los pórticos que conducen a nuestra vetusta catedral, evento que no me sorprendió pues el nacer no estaba entre mis planes o proyectos. En su consecuencia, si bien mi ideología pudiera ser calificada de derechas, nací el mismo año que eminentes socialistas, Felipe González, Alfonso Guerra, etc.
Hijo de un prestigioso notario guerniqués que aceptó nuestra isla como segunda patria y de madre nacida en la villa mallorquina de San Juan, fui el único varón entre tres hermanas, Charo, Chucu y Pili, a las que muchos de vosotros conocéis por lo que no necesitan de presentación.
Casado en primeras nupcias con Rosa Carbó, andaluza de pura cepa, nacida en Morón de la Frontera, Sevilla; tuve con ella tres hijos, Germán, Ingeniero Industrial; Antonio, Arquitecto y el benjamín, Nano, Diseñador, el artista de la familia.
En segundas nupcias civiles he contraído matrimonio con la mallorquina Mari Carmen Serra, con la que he vuelto a ser feliz y si bien, nuestra avanzada edad no nos ha permitido tener hijos, me ha proporcionado siete nietos y un biznieto, alojándose muchos de ellos en mi casa los fines de semana.
Por fin, recientemente, he tenido un auténtico nieto, llamado Luís, hijo de mi hijo Antonio, llamado Luis, que me ha colmado de felicidad.
Educado en el colegio de Montesión, de los padres jesuitas, compartí los estudios con muy buenos compañeros, así, Félix Pons, Gabriel Sabrafín y Juan Manuel Bonnín, Manolo para los amigos, con el que conviví largos años de mi vida escolar. Si bien éste fue siempre «romano» y yo «cartaginés», según una peculiar calificación del centro escolar.
Félix Pons, quizás intuyendo su futuro destino político, Ministro del Gobierno español y tercer ciudadano del país como Presidente del Parlamento, se hizo acreedor en su promoción de la alta distinción de Príncipe del Colegio.
Posteriormente, cursé la abogacía, el primer año libre en la Ciudad Condal y los restantes cuatro cursos como alumno oficial en la Universidad de Zaragoza, residiendo en esta villa en el Colegio Mayor La Salle, en el que más tarde también se alojó nuestro flamante futuro presidente Emilio Martínez-Almoyna.
En el Colegio Mayor, según los estudios universitarios que cursábamos, participábamos en las academias de derecho, medicina, matemáticas y veterinaria, cada una de ellas debía organizar conferencias a cargo de distinguidos catedráticos de la Universidad.
También, se organizó una peña taurina a los fines de no hablar de fútbol y, ¡paradojas de la vida!, yo fui el socio número uno.
De esta época, aunque como muchos estudiantes tuve que correr perseguido por la policía montada a caballo, observo sorprendido, que, sobre todo por lo que se refiere al orden, paz y disciplina, conservo nostálgicos recuerdos del general.
Terminados los estudios universitarios, con el título de abogado en el bolsillo, regresé a Palma donde contacté con la recordada Congregación Mariana dirigida por el entrañable jesuita José Sabater, «Pep Tacó», en la que los sábados se entonaba la Salve y los domingos se asistía a misa y frecuentemente los congregantes jugábamos a ping-pong y billar.
A través de la Congregación me apunté a INGIMA, Integración de Gitanos Mallorquines, bajo la presidencia del general Enríquez de Navarra y que, al contar con importantes ayudas y subvenciones, como la de la duquesa del Infantado, pudo construir el poblado de Son Banya. De INGIMA formó parte mucha
gente, civiles, curas, monjas y políticos. Entre estos últimos, Casals, propietario del hotel Jaime I, que estuvo desterrado en Lanzarote junto a Félix Pons, padre, por haber asistido, como demócrata-cristiano, al llamado Contubernio de Munich convocado por Gil Robles.
En aquellos tiempos se implantó la obligación para los abogados jóvenes de cursar un año de pasantía y tuve el honor de ser el primer presidente de la Asociación de Pasantes. Yo cumplí esta obligación en el despacho del abogado municipal Bartolomé Vidal y, posteriormente, ejercí la carrera durante once años en el despacho de José Zaforteza Calvet.
Inicié mis «pinitos» en la vida política afiliándome, primeramente, al primitivo Partido Popular de los Tácitos, que desembarcó en la llamada Coalición Democrática de Areilza, Pío Cabanillas y Ordóñez; presentándome solo a título de vivencia o experiencia y en el último lugar de la candidatura sin esperanza alguna de obtener escaño a unas elecciones generales, que supusieron un rotundo fracaso para mi partido, sin la obtención de escaño alguno. Quizás mis hijos, menores de edad, tuvieron razón al hablar de contricción democrática y no de coalición, pero lo cierto es que, desaparecida la UCD y convertida dicha Coalición en el Partido Popular actual, ha facilitado el desarrollo ulterior de la derecha que, como es sabido, goza hoy en nuestro país de mayoría absoluta.
Motivado por la idea de preparar oposiciones y, ya que con mis esfuerzos había embarcado en la nave de INGIMA a bastante gente, a los fines de evitar el calificativo de «capitán araña», me retiré a estudiar al Monasterio de Lluch durante un período de seis meses. Primeramente, pensé en preparar oposiciones a Notarías para seguir la tradición familiar, o a Judicatura, pero pronto comprendí que para mí constituía dicha preparación el trayecto más recto para el Camino de Jesús, camposanto o manicomio, y esto, unido al vértigo de Ménière, me llevó a optar por una vía más modesta, consiguiendo plaza como funcionario Técnico de la Administración General en el Ayuntamiento de Palma.
Pronto, estando al frente de las expropiaciones, se me planteó el siguiente dilema: si no trabajaba, se diría que ello se debía a la inactividad propia de un funcionario del Ayuntamiento, y si por el contrario trabajaba, motivaría el trastorno del ciudadano que se sentiría expropiado. Como es lógico, me incliné por mi deber profesional, semejante al objetivo rotario, del servicio a la
comunidad en busca del bien común.
Desde mi puesto de trabajo, intervine también en la redacción de los estatutos correspondientes a las diversas asociaciones profesionales que concurrían en la vida municipal, siendo presidente de la mía, la de Técnicos de Administración General, en abierta contienda con los sindicatos tradicionales a los que temporalmente nos impusimos, si bien, hoy, creo que el intento de prevalecer
los intereses particulares de sus miembros ha llevado a la práctica desaparición de estas asociaciones.
En un breve comentario de mis aficiones preferidas, me gusta la lectura, principalmente la relacionada con la historia, y por lo que se refiere al deporte, me atrae el deporte competición y me proclamo hincha del Real Club Deportivo Mallorca, Rafa Nadal y Alberto Contador.
Por lo que se refiere al fútbol, fui miembro del Comité Jurisdiccional de la Federación Balear de Fútbol y directivo de diversos equipos modestos, como el San Juan y el Santa Catalina, compartiendo con los demás directivos, ello sea entre comillas, el mérito de que este último no solo descendiera de categoría sino que incluso desapareciera.
Entre mis actividades rotarias en las que tuve una cierta participación recuerdo:
El concurso internacional de dibujos infantiles en el claustro de San Antoniet en el transcurso de dos ediciones con más de cien obras en cada una de ellas, con destacada participación de los admirables artistas japoneses de Khosigaya, italianos de Siena con la ayuda del club rotario de aquella ciudad entonces hermanado con el nuestro, de los colegios mallorquines y de los menorquines de Alayor.
Por invitación de dos presidentes del club, Paco Castresana, primero, y Ángel Juncosa después, elaboré, en dos ediciones, el texto titulado «Rotary Club Mallorca: Una Historia al Servicio de la Comunidad». Y por invitación de otro presidente, José Luis Juan, nació la revista «Ecos Rotarios», que contó con la valiosa colaboración de otros miembros del club y, especialmente, de Quico
Nadal y su eficaz secretaria, llegando los ecos a alcanzar un notable éxito convirtiéndose, bajo la presidencia de Bernardo Feliu, y con el título de «Talàia Rotària», en la revista propia de todos los clubs existentes en el archipiélago balear si bien su publicación debió dejarse en suspenso por dificultades de gestión y administración.
He tenido el honor de ejercer la función de secretario en forma reiterada bajo cuatro presidencias y, finalmente, en el año rotario 2010-2011, el orgullo de ostentar la presidencia del Club.
Esta es mi historia, la de un hombre vulgar y que si tiene algún interés es la de dar a conocer mi vida a un colectivo amigo a quien agradezco la bondad de su atención.